El fenómeno no es nuevo. Hace ya años que las distribuidoras de cine recurren a ellos como reclamo de cara a la promoción de sus productos. La cuestión artística queda relegada a un segundo lugar, y lo que prima es hacer ruido mediático, dotar del máximo eco posible a sus películas y generar tantos ingresos en taquilla como les permita su estrategia de rostros conocidos. Lo que el gremio de profesionales del doblaje opinen, actores, directores, todos, es intrascendente a estas alturas: quienes deciden creen que el movimiento sale a cuenta. El riesgo que corren les devuelve beneficios. Punto.
No son todos los responsables, ni lo son con todas sus películas, o con todos los personajes, pero la realidad está ya lo bastante asentada como para que nadie quede libre de culpa. Y quien dice películas, bien podría decir hoy videojuegos. El ocio electrónico es ya tan relevante a nivel económico y social que lo que hace un tiempo sólo valía para cine o TV se aplica hoy, en lo tocante al doblaje, de igual manera en la industria del ocio digital. También esta peliaguda cuestión de estricto marketing a la que he dedicado mi último reportaje en Meristation.
Os invito a leerlo y a opinar.